viernes, 13 de julio de 2012

Infiernos I

Nos miran. Ellos nos observan.
Tú, Soberano que nos alzas, tú, ente de carne y sexo, tú, ¿qué me miras tú?

En las auroras de las uñas negras, cuando aún invocabamos el nombre de Dios, cuando uníamos magia y religion, e invocabamos demonios y nos llamaban brujas. En ese tiempo fui ficticio.

Y hoy, que renuncio a mostruos a mi lado, y renuncio a demonios de alas membranadas y renuncio al odio y a la tristeza. Hoy que renuncio al dolor...Hoy soy verdad.

Nos miran. Ellos nos observan.
Ella, Arpía que se alza, ella, ente de carne y sexo,
ella ¿qué mira ahora?

A qué vienes tras una era,
¿a levantar la hierba,
a desenterrar la mierda,
a escavar en esta era

de soledades. De acertijos.
De incertidumbres.
De soleares. De amasijos

de felicidades. De coherencias.
De imperfecciones.
De valentías. De carencias?

A qué vienen tus manos de petróleo.
¿Las traes para convertir hierro en oro?
Alquimista de mentiras,
¡Vete! ¡Largo de mi erial, cuervo viruloso!

Y nos miran. Ellos nos obervan.
Son los monstruos que invocamos.
Los demonios que nos acompañan.
Aquellos que no matamos.



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