domingo, 11 de agosto de 2013

Canción y tumba para el desesperado.

Tenías las manos de madera,
y viniste derritiendo acero.
Los ojos de ladrillo,
la sonrisa de un demonio.

Hablabas del infierno,
de las cadenas y del desgarro.
Y seguro que pensabas
en ser rey entre las sombras,
en ser la carta del descaro.

¿Puedo cerrar la puerta?
Ven. ¿Seguro?
¿Me está diciendo que no quiere venir?
No mientas...ven.

Trae tu lanza entonces,
y conquista la tierra de mi tierra,
y el aire de tu madre y de tu padre,
ése que te obligaron a respirar.

No sabes aun que éste no es sitio para tuertos.
Que no hay sitio para el cojo, no hay sitio para el zurdo.
En esta ciudad sólo hay hueco para el llanto.
Y sólo si no lo oye nadie.

Cierra la puerta y escóndete
No voy. No vengas.
No.
No puedo. 

Vete entonces con tu lanza,
y conquista otra tierra,
y otro aire, y respíralo,
y olvida a tu padre,
y olvida a tu madre.
...y olvídame a mi.

Porque yo vengo con el gris de esta tierra,
y vengo con el hielo de este aire,
y siempre seré frío,
y tuerto, y cojo, y zurdo.
Yo vengo de serie con el llanto de esta ciudad.

Si vuelves
Prometo escondernos
en paredes de baldosas,
donde no haya nadie.

Yo te espero desde antes de conocerte,
yu no me recuerdas, ni después de verme. 


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